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Entrevista a Jordi Serrallonga



Jordi Serrallonga es arqueólogo y antropólogo, pero es ante todo Naturalista. 

Aunque podemos leer sus artículos y sus libros, siempre es interesante charlar con él. Hoy hablaremos de Darwin, de Félix Rodriguez de la Fuente, de los Maasai y los Hadza, de Jordi Sabater Pi, del género Homo, de Indiana Jones y de que tienen en común Londres, Barcelona y París para un naturalista. Con pocos naturalistas podríamos reunir todo esto en una misma entrevista, que espero que disfruten tanto como yo.



¿Cuales són tus primeros recuerdos absorbiendo información de historia Natural?

Los primeros contactos con la Historia Natural datan de la más temprana infancia. Mi padre, siempre que podía, nos llevaba a ver museos. De entre todos ellos, mi predilecto siempre fue el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona. Me fascinaban las vitrinas y cajones decimonónicos repletos de especímenes que después intentaba buscar durante las salidas por el campo. Pronto sentí un gran amor por los libros –mi vicio– y en casa me regalaron fascinantes volúmenes sobre dinosaurios, plantas, minerales y animales africanos. Por supuesto que, durante mi niñez, también fueron determinantes los documentales de cuatro grandes mosqueteros: Félix Rodríguez de la Fuente, Carl Sagan, Jacques-Yves Cousteau y Sir David Attenborough. En paralelo, durante una visita escolar al Parque Zoológico de Barcelona, la fija mirada de un pequeño gorila –Urko– hizo que me preguntase por qué nos parecíamos tanto a los grandes primates; lo cual provocó –en 1982... tenía yo 13 años– el inevitable encuentro con un personaje que ha marcado siempre mi búsqueda de los orígenes de la humanidad en África: Charles R. Darwin.


¿Por qué estos naturalistas del pasado adquieren esta dimensión y los de hoy en día que son técnicamente igual de buenos y que gracias a todo lo que se ha avanzado la ciencia, saben mucho más, son prácticamente desconocidos por el gran público? 

Buena pregunta. Eso sí, antes de responderla, querría hacer una pequeña matización: ya me gustaría que los naturalistas del pasado fueran lo suficientemente conocidos entre nuestros pequeños y adultos. No necesariamente es así. El desconocimiento que tenemos sobre personajes como Buffon, Linneo, Lamarck, Mary Anning, Humboldt, Lyell, Darwin, Wallace, Hooker, etc. es inmenso. Ahora bien, es cierto que este desconocimiento es mucho mayor en lo concerniente a los naturalistas más contemporáneos. Muchas veces nos hemos olvidado de grandes nombres
como Jordi Sabater-Pi, Ramon Margalef, George Schaller o Lynn Margulis. El problema radica en el propio término «naturalista». En el mundo de la superespecialización parece que no haya lugar para los naturalistas. Quizá sea una denominación demasiado generalista, pero la clave de la Historia Natural radica en el conocimiento amplio del medio. Sentirse fascinado por un gorila, pero también por una geoda, un fósil, los helechos o una mariposa es esencial. Por eso siempre reivindico el regresar al término naturalista. Es una palabra y una profesión bellísima.

Hay un déficit de educación en los colegiosde cara a las Ciencias naturales? Los alumnos y alumnas saben analizar métricamente un soneto y hacer una derivada y en cambio muchos no saben nombrar 5 mamíferos que vivan en el Parque Natural más cercano.

En efecto, hemos levantado un muro frente al medio natural que nos rodea, y eso repercute en su observación y conocimiento. Por supuesto que nuestras calles, casas, carreteras y edificios también forman parte de la Historia Natural –son un biotopo más junto a sabanas, desiertos, montañas, selvas u océanos– pero hemos de saber el porqué una abeja es tan importante para la polinización, o por qué es básico –para el futuro del ser humano– la supervivencia de los bosques que ahora destruimos. La enseñanza de las Ciencias Naturales debe ser tan prioritario como las Matemáticas o la Literatura. La fusión de ciencias y humanidades –sin fronteras artificiosas– conseguirá formar a niñas y niños de una manera más enriquecedora. Prueba de ello la tenemos en países donde abundan personajes capaces de mezclar la poesía y la ciencia de la forma más sublime. Es el caso de evolucionistas como Richard Dawkins, primatólogas de la talla de Jane Goodall o cosmólogos como Stephen Hawking.

La evolución sigue siendo un tema tabú en algunos casos, en especial para los fundamentalistas religiosos. ¿Impide este distanciamiento cultural de los animales que una parte de la población se implique en la conservación? 

Sin duda. A muchos no les interesa divulgar la evolución pues implica cambio. Significa admitir que el ser humano, al contrario de lo que se había explicado, no dirige ni diseña nada en la naturaleza. Por encima de todo actúa la Selección Natural. No somos una especie escogida. La evolución azarosa incomoda a los que pretenden erigirse como nuestros salvadores, y la aparcan. Consecuencias: al desconocer el parentesco e Historia Natural de nuestros primos de evolución, es más difícil que los apreciemos y conservemos. Ya lo decía uno de mis grandes maestros, Jordi Sabater Pi, en cuanto al estudio de la Naturaleza: si observas conoces, lo que conoces seguro que formará parte de lo que aprecias, y si amas proteges. Todo niño o niña que crezca conocedor y orgulloso de su patrimonio natural se convertirá en el mejor defensor del medioambiente.

En Jurassic Park, en su día hubo un gran asesoramiento para que los dinosaurios fueran lo más parecido a cómo los veía un paleontólogo. Sin embargo no se han actualizado en sus posteriores secuelas. ¿Existen siempre esos dos conceptos, el animal existente y otro versión que queremos ver? 

Existe esa dualidad. En el caso de Jurassic Park, ya cuando empezó a rodarse la primera entrega por parte de Steven Spielberg, sabíamos que algunos dinosaurios terópodos –los que andaban sobre dos piernas– pudieron tener el cuerpo recubierto de plumas. Me imagino a Spielberg entre el dilema de mostrar a los Velociraptor como reptiles pequeños o emplumados ­–semejantes a una ave–, o como animales más grandes y de verdosa piel reptiliana. Seguro que venció la segunda opción pues estamos hablando de una película de acción y aventuras, y los velociraptores tenían que infundir miedo al espectador. No es culpa de Spielberg; supongo que queremos ver a los dinosaurios carnívoros como implacables asesinos –es la idea en el imaginario colectivo que vende más–, o al león como rey de la selva cuando sabemos que pone pies en polvorosa al ver un elefante africano acercarse. Hemos clasificado a las hienas como ruines, malvadas y carroñeras, cuando no es así: son fascinantes y buenas cazadoras. Y catalogamos entre animales buenos y malos cuando la naturaleza jamás es así. Cambiemos de perspectiva. Por mucho que no estemos acostumbrados a ello, hemos de imaginar a algunos dinosaurios con plumas. ¿Por qué no habrían de dar miedo? Solo hace falta visionar Los Pájaros de Hitchcock: seguro que le habría encantado saber que los dinosaurios del pasado son ancestros de las aves actuales

Eres un gran admirador de la ciencia ficción, de personajes como Indiana Jones y el Dr. Grant. ¿Hacen falta más personajes así y menos héroes Marvelianos? 

Hacen falta héroes de ficción de la talla de Sherlock Holmes, Indiana Jones, la aventurera Adèle o el paleontólogo Dr. Alan Grant. Han sido motivo de inspiración para muchos de nosotros. Pero, también hacen falta los superhéroes y villanos de Marvel o DC. Ahora parece que hayan saturado el mercado debido a su presencia en el cine pero dicho éxito no es casual. Llevan décadas en las páginas de los cómics que también estimulan nuestra imaginación y conocimiento al respecto de la Historia Natural. ¿Cómo? Siempre digo que personajes como Spiderman, Cat-Woman, Ant-Man, Wasp, Batman, Lobezno, etc. nos descubren muchas de los grandes «superpoderes» que poseen los animales del mundo real.

Hemos visto que en tu biblioteca tienes incluso cómics naturalistas. Cuando yo era niño no era raro encontrar cromos u otros coleccionables relacionados con naturaleza. ¿Es necesario ampliar esos formatos? 

Menudos recuerdos... soy del 69. Sí, me encantaba cuando en la puerta de la escuela repartían álbumes y sobres para promocionar nuevas colecciones de cromos. Los cambiábamos, entre «tengui» y «repe», en el patio. Algunos títulos memorables estaban dedicados a la Historia Natural. Ya no prodigan, aunque he visto alguna colección de animales salvajes o de dinosaurios que no están mal. 
Esperemos que jamás desaparezcan. Y en cuanto a los cómics sobre temas relacionados con la Historia Natural busco todo título que se cruce por el camino. En este sentido, tengo la suerte de contar con la ayuda de los amigos de la librería AntifazCòmic. Carme, Paco, Gon, Edu y Ot, en el barrio barcelonés de Gràcia, siempre me reservan –para que pueda hojearlos– los cómics donde aparecen simios (Planet of the Apes, sobre todo), expediciones por África o vidas de naturalistas. En este sentido, para mi sorpresa, he de decir que han ido apareciendo volúmenes muy interesantes sobre Audubon, Humboldt o Darwin. Incluso, para un público más infantil, Jane Goodall y Dian Fossey tienen buenos ejemplos dentro de lo que es el libro ilustrado. Animo a que dibujantes, guionistas y editoriales insistan en esta línea. Nosotros, por ejemplo, crecimos con los cómics de las Joyas Literarias Juveniles Bruguera; con ellos nos íbamos de safari por África –Las Minas del Rey Salomón– o a explorar los océanos a bordo del Nautilus del capitán Nemo: 20.000 Leguas de Viaje Submarino

Sabemos que conoces bien a los Maasai y a los Hadzabe. Dos culturas muy diferentes. Sin embargo, creo que hemos banalizado y simplificado su forma de vida. El Maasai guerrero y el hadza cazador. ¿Qué hay más allá de los tópicos? 

Exacto. Nos movemos a base de tópicos. Los hadzabe del lago Eyasi –Tanzania– no son solo cazadores de animales salvajes (a los que abaten con arcos y flechas, y otras técnicas tradicionales), sobre todo son recolectores de vegetales silvestres. Su forma de vida es nómada y predadora. En cambio, los maasai son un pueblo productor: ganaderos. Por lo tanto, aunque existen guerreros –los ilmoran– en la sociedad maasai (defienden el territorio y la propiedad privada del grupo frente a otras etnias o clanes), su vida gira en torno la ganadería y el pastoreo. Lo que ocurre es que los tópicos, con trasfondo belicoso y machista de tiempos pasados, se centran en aquellos aspectos que despertaron mayor admiración o interés en la sociedad colonial y supremacista occidental: la caza y la guerra. Estos pueblos son mucho más que eso. Debemos conocerlos y respetarlos lejos de mitos, leyendas y tópicos. Ni son primitivos, ni objetivo solo para fotos y botines exóticos. Los hadzabe y los maasai poseen sociedades tan contemporáneos, complejas e interesantes como las nuestras.

¿Qué te impulsó a escribir "Los guardianes del lago"? 

La editorial Mondadori me había pedido un libro de divulgación científica sobre Evolución Humana. Pronto surgió una relación de buena amistad con la editora, Silvia Querini, y un día, mientras hablábamos de mis expediciones arqueológicas y paleontológicas por África, me dijo: «¿escribes diario de tus viajes?». Le contesté que sí y pidió leer algún fragmento. Lo hizo –algo que no suelo permitir a ninguno de mis expedicionarios o expedicionarias–, y su encargo inicial dio un giro: quería que le entregase un manuscrito sobre mis aventuras y desventuras en pos del origen, evolución y comportamiento de los primeros homínidos en la tierra de los maasai: la Gran Falla del Rift. Y así nació mi primer libro para el gran público. Aprovecho para enviarle un saludo así como a los editores y editoras con las que siempre aprendo: Carmen Esteban, Jordi Nadal, Jaume Claret, Alberto Pérez...

A veces se banaliza mucho y se hace humor con nuestros antepasados como el Homo habilis, el H. erectus y nuestro hermano el H. sapiens nearderthalensis. ¿Qué podemos aprender de nuestros antepasados? 

Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis, y muchos más nombres de especies, de homínidos fósiles, que podríamos citar. Totalmente de acuerdo. Decimos o pensamos muchas falsedades en torno a ellos. Para empezar, no eran tontos... nada tontos; ni brutos, ni sucios. Ni tan siquiera fueron violentos y salvajes los primeros Homo sapiens paleolíticos que solíamos retratar vestidos con pieles harapientas y viviendo en cuevas malolientes. Lo somos muchos de nosotros... los sapiens de la sociedad industrializada y productora. Hemos de romper con viejos mitos y falsas ideas. Por ejemplo, el Homo habilis, a pesar de su nombre engañoso, no fue el primer humano habilidoso capaz de fabricar artefactos piedra. Antes ya lo habían hecho otros homínidos fósiles más arcaicos; incluso los chimpancés actuales usan y elaboran herramientas con materiales vegetales. El Homo erectus no fue el primero en andar sobre dos piernas con la espalda erguida; entre hace 6 y 7 millones de años pequeños homínidos africanos –como el Orrorin tugenensis– ya eran bípedos, también lo fue la famosa Lucy (hace más de 3 millones de años caminó de pie por Etiopía). ¿Y el Homo neanderthalensis? El neandertal no fue ese estúpido sobre el que han girado tantos chistes y caricaturas. Tenía un cerebro con mayor volumen que el nuestro, enterraba a los muertos, cuidaba de sus enfermos, interpretaba música con flautas de hueso, pintó en las cuevas y, lejos de guerrear con el sapiens hasta extinguirse, ambas especies se hibridaron. Es decir, hicieron el amor y no la guerra.

Sabemos que has viajado por todo el Mundo, vives en Barcelona, pero ni ahí dejas de explorar. Vivir en la ciudad de Oryx, Altaïr, todos esos mercadillos con libros de segunda mano. Sabemos que eres un asiduo en los viejos comercios, como la sombrerería Obach, donde compras tus fedora. ¿Qué ofrece una ciudad como Barcelona a un arqueólogo viajero? 

Ofrece joyas como el ya mencionado Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (con sus diferentes sedes), el Etnológico, el Museo Arqueológico de Catalunya, el Jardín Botánico con su Gabinete de Historia Natural Salvador, el Parc de la Ciutadella... En la maravillosa biblioteca y el jardín romántico del Ateneu Barcelonès recalo para escribir y fumar una pipa. Y siempre dependo de los pequeños comercios que son referentes para mi. Además de los ya enumerados en tu pregunta, no puedo olvidarme de Eric, Josep y Nura de la librería Documenta (Eixample), de Toni y su librería de viajes Guia, o del ya citado AntifazCòmic, ambos en Gràcia. Y lo sabes, soy un peliculero. Busco ofertas de films de safaris y aventuras en el79 (cerca del edificio histórico de la Universitat de Barcelona) y en Movie&Music (L'Hospitalet). Espío maravillas por los puestos del Mercat de Sant Antoni –junto a mi pequeño gran primate, Joan–, y en esas fantásticas tiendas que existen dentro de los Encants Nous: RetroToysTannhaüser y ArqueoToys. Gracias a sus guardianes –Llibert, Xavi y Josep– me conformo con escrutar los escaparates para babear ante algún muñeco del Planeta de los Simios, la saga Indiana JonesStarWars o Jurassic Park. Al final de todo, lo ideal es recuperar fuerzas con unas tapas del Bar Canigó –y así charlar con Miquel y Sara–, o mojar los labios con una pinta de cerveza irlandesa en el Dunne's Pub (y si puede ser con Marcos y Lluís mucho mejor). La sesión de cine –en el caso que algún estreno valga la pena– es motivo para saludar a Carina y a María, además de Meri y Carlos del Cau del Dolç. Sin coche o moto, ni segunda residencia, y con una economía poco boyante de arqueólogo y naturalista excéntrico, solitario y nómada, esta es mi vida urbana en la jungla de asfalto barcelonesa.

¿Qué tienen París o Londres que no tenga Barcelona en ese aspecto? ¿Marcó mucho la ilustración? 

No puedo visitar París sin acercarme al Jardín de las Plantas, donde se ubican las esculturas dedicadas al conde de Buffon y el caballero de Lamarck, así como el Museo Nacional de Historia Natural y la Galería de Paleontología Comparada entre otras maravillas. ¡Claro que marcó la Ilustración! Pero, Londres y su entorno, es un punto geográfico donde me dejo caer siempre que mis viajes y expediciones suponen la excusa perfecta para hacerlo. Londres, Oxford, Cambridge, o la mansión de los Darwin en Downe, son la mejor inmersión al mundo de muchos de los naturalistas que me han inspirado y hecho crecer. Perderse por las salas del Museo de Historia Natural de Londres supone topar, cara a cara, con el Moriarty de Darwin –Richard Owen–, y con el dinosaurio Dippy (ahora de gira por las Islas Británicas). En Cambrige siempre rindo pleitesía a las habitaciones que ocupó Charles R. Darwin en el Christ College, y es obligado visitar el museo de geología dedicado a su profesor Adam Sedgwick. En el Museo Universitario de Historia Natural de Oxford no solo te topas con el dodo que inspiró a Lewis Carroll para Alicia en el País de las Maravillas sino con la sala donde se celebró el famoso debate entre creacionistas y evolucionistas tras la publicación de El Origen de las Especies. Y en Down House (ahora al pueblecito lo llaman Downe) puedo pasear por el sendero de sol y sombra por el que Darwin meditaba en torno a su futura teoría, algo que también se respira en las dependencias del interior de la casa: me encanta su despacho. La Sociedad Linneana, la Sociedad Geológica, la Royal Society, los Kew Gardens... saludar las estatuas de Sir David Livingstone y Sir Ernest Shackleton en la Royal Geographical Society. Deambular por la librerías de Charing Cross mirando las primeras ediciones de Darwin, Wallace, Lyell, Livingstone, Burton, Speke, Scott, Amundsen, Carter... en los escaparates. Todo es una maravilla. De hecho, hablando de la Ilustración, recomiendo la sala dedicada a los naturalistas, coleccionistas y anticuarios de esa época –el tiempo dorado de los gabinetes de curiosidades– que encontraremos en el flemático Museo Británico. Y, cómo no, Londres es la capital de uno de mis héroes: Sherlock Holmes. Jamás, un primate arqueólogo y naturalista como yo, no dejará de presentar sus respetos al gran detective, y a su fiel compañero Dr. Watson, en el 221b de Baker Street.

Has colaborado hace poco con Odile, la hija de de Félix para su reciente libro. ¿Cómo ha sido la experiencia? 

Siento sincera admiración por Odile Rodríguez de la Fuente. Desde hace tiempo que nos une una gran amistad y puedo decir que, más allá de ser la hija menor de nuestro añorado Félix, también es una mujer extraordinaria. Para este libro que acaba de publicar, Félix. Un Hombre en la Tierra (GeoPlaneta), ella ha trabajado con ahínco y sola. Pero sí estamos colaborando en varias iniciativas. Para empezar, dado que África es mi segunda casa, le facilité testimonios de personas que conocieron a Félix en el continente africano («en África volvía a nacer», me comentó una vez la madre de Odile, Marcelle Parmentier) y, poco a poco, he ido reconstruyendo los pasos del naturalista por el Este de África. Para ello, la documentación privada –procedente de la família Rodríguez de la Fuente– que me ha cedido Odile es importantísima. Un día será un libro, pero también tenemos pensado incluir a Félix en un proyecto que –junto al escritor y viajero Gabi Martínez– estamos impulsando desde hace años: Animales Invisibles. Hasta aquí puedo leer.

En otro capítulo nos hablas además de David Attenborough y Cousteau. David que en su día capturaba animales para el zoológico de Londres y comía puestas de tortugas y otros animales exóticos en sus viajes, ha evolucionado y adaptado su modo de vida a la conciencia de conservación actual. ¿Hubieran evolucionado Félix y Jacques? 

Supongo que te refieres a un capítulo que me pidió Santiago Tejedor y que, recientemente, ha salido publicado en el libro Viaje a la Madre Tierra (Editorial UOC). En ese texto hablo de mis cuatro mosqueteros ya citados al inicio de la entrevista: Sagan, Attenborough, Rodríguez de la Fuente y Cousteau. En este mundo existe mucha envidia, mucha. He leído cosas tan terribles como injustas sobre estos ilustres personajes; artículos, entrevistas y libros firmados por científicos y comunicadores mediocres, frustrados y aburridos que, en vez de aprovechar sus buenos sueldos y cómoda posición académica o mediática, solo se han fijado en nimias anécdotas descontextualizadas. ¿Qué sentido tiene cebarse en unos pocos pasajes que se diluyen entre la brillante y dilatada trayectoria de estos mosqueteros? Attenborough no se esconde de cosas que hizo antaño y que ahora, con los nuevos conocimientos que posee la ciencia, ya no haría. También antes la gente fumaba dentro de los aviones y hospitales porque estaba permitido, o circulaba sin casco o cinturón de seguridad. El problema está en aquellos que comen y trafican con huevos de tortuga –aún estando prohibido– o cazando especies protegidas por simple «deporte». Por supuesto que Félix y Cousteau hubieran evolucionado en muchas de sus actitudes, igual que lo hacemos la mayoría de nosotros y lo ha hecho Attenborough. Lo que sí tengo muy claro es que los documentales de Félix, Cousteau y Attenborough han conseguido que la mayoría de gente que acudía al bosque con una escopeta, o al océano con un arpón, ahora hayan sustituido estas armas para matar por un cuaderno de notas y una cámara.


Hay otros grandes científicos como Jordi Sabater Pi, tan importante en su día para la ciencia cmo Jane o Dian que han sido un poco olvidados por el gran público. Ocurre algo parecido con Alfred Rusell Wallace y Darwin, ¿Qué podríamos hacer para hacerles justicia? 

Tienes toda la razón. Figuras como las de Dian Fossey y Jane Goodall, en el terreno de la primatología, son referentes a los que siempre debemos recurrir más siendo mujeres pioneras que lucharon duro hasta hacerse escuchar en un mundo dominado por la ciencia masculina. Entonces, ¿por qué Jordi Sabater-Pi es un científico todavía desconocido por el gran público de aquí? Quizá porqué nadie es profeta en su tierra; nos fijamos mucho en lo de fuera y no tanto en lo de dentro. Jordi Sabater-Pi fue el primer científico en estudiar al gorila de costa en su hábitat natural y, junto a Jane –pero en zonas geográficas diferentes de África–, descubrió que los chimpancés fabricaban herramientas. Al respecto, se avanzó diciendo que esto era cultura. Mientras en Japón, Gran Bretaña y los Estados Unidos idolatraban a Sabater (muchos científicos internacionales, invitados a Barcelona, me pedían si les podía presentar al maestro), en casa se le ignoró. ¿Clasismo? ¿Envidias? Sabater fue un naturalista autodidacta que, con 16 años, por necesidad, llegó a África sin estudios universitarios. Una buena parte de la Academia jamás le aceptó aún llegando a obtener, el mismo año de su jubilación, una más que merecida cátedra. Por suerte, la Universitat de Barcelona reaccionó a tiempo y, unos años antes que nos dejara, adquirió todo su extraordinario fondo que ahora se conserva en el Fons Jordi Sabater Pi de la UB. La divulgación de la ciencia, y de nuestros científicos y científicas, es esencial. Solo así sabremos que Charles R. Darwin y Alfred R. Wallace jamás se pelearon y que uno no eclipsó al otro (muchos, con mala intención, han dicho que Darwin plagió y se apropió de la ideas de Wallace). Prueba de ello está en que el año 1858, en la Sociedad Linneana de Londres –poco antes de la publicación de El Origen de las Especies– se publicó la Teoría sobre la Selección Natural firmada por ambos naturalistas ingleses. Debemos observar, investigar, publicar y divulgar... siempre. Solo así podremos entender y proteger el lugar donde vivimos: la Tierra.

Además de escritor de diversos libros, Jordi Serrallonga trabaja para las siguientes instituciones:

Profesor de Antropología y Evolución Humana de la Open University of Catalonia
Colaborador del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona
Co-director del Proyecto Animales Invisibles







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